jueves, 11 de junio de 2009

TARDE EN EL AEROPUERTO

(Queridos y sufridos amigos. Os traigo este pequeño relato que escribí y publiqué el año pasado en otro portal. Los loros también nos hartamos de tanto volar. Preferimos, mayormente, un buen asado acompañado de gazpacho y vino de Somontano. Claro, luego te ven en la calle agitar las alas y se miran unos a otros como diciendo: "Y a este trastornado qué coño le pasa..."
Un abrazo)




Mi maleta a un lado. El portátil echando humo. Un repiqueteo del que es difícil evadirse y que va adueñándose sin remedio de todas las estancias de este aeropuerto. De este lugar perdido, oculto entre el follaje de la selva de los hombres.
La lluvia resbala por el cristal, por el cordón umbilical desde donde observo el ir y venir de los aviones, el lento baile deslizando sus panzas sobre las pistas. Huele a keroseno, a pizza, a perfume francés de mujer y de hombre, al cuero bien curtido de los zapatos "sebago" y a la alpaca de los trajes de mil euros.



Mientras, finalizo, imbuido de una torpe y anodina escritura, los últimos informes de las absurdas reuniones de trabajo que me han traído a este país. Levanto la cabeza para tomar algo del poco aire adulterado que queda en la estancia. Otros forasteros con parecidos trajes al mío, perfumes de leves variaciones que se confunden también con el mío y parecen pelearse por hacerse con el control de la madre de todas las esencias; otros con zapatos del mismo color que los míos - unos con cordones y otros sin ellos - con el mismo sentimiento de estar ya un poco hastiados de tantos kilómetros, de tanto cambio de hotel, de tantos saludos vacíos y sonrisas de "profident", de tantas personas como han pasado en cinco días por tu vida sin aportarte nada, rostros, palabras, palmadas que semejan traicioneros cuchillos clavándose en tu espalda, y universos que se
olvidarán apenas cinco minutos desde que se produzcan los encuentros. Otras personas, gemelas de mi existencia, pegadas a mí en estos incómodos asientos de las salas de embarque; pugnan conmigo para hacerse con el mejor aliento, con el mejor recuerdo, con el mejor pensamiento vago.
Aparece una pareja vestida de forma informal. Discuten acaloradamente. La mujer sostiene a su bebé sobre su pecho. El bebé llora desconsoladamente y sus llantos se hacen cargo de la estancia. Mis gemelos levantan nuevamente la mirada casi imperceptiblemente. Todo vuelve al primitivo orden.




Han pasado varias horas. En el exterior los aviones prosiguen con sus rutinarias maniobras. Se ha hecho de noche. Ya no llueve. Es extraño que mi avión no haya sido ya anunciado - pienso - Miro a mi alrededor. Mis gemelos han desaparecido. Todo ha quedado en silencio, en un ordenado y turbador silencio. Me estiro sobre mi asiento. Compruebo las llamadas del móvil. Qué alivio - reflexiono - nadie se ha acordado de mi hoy. Siento la boca pastosa, como si me hubiera bebido "el nilo" la noche anterior. Pongo en orden mi cerebro, hasta donde llego no hubo fiesta de despedida, todo lo contrario, cena rápida en el hotel a base entrecot de goma al estilo de "quién sabe donde", agua y una fruta de cámara, seguramente española. Luego, hotel y sueño, mucho sueño mientras mis neuronas eran castigadas por "Gran hermano" versión francesa..
Me duele la cabeza. "Trabaja usted demasiado" - me susurró compasivo el médico de la empresa en el último chequeo -
Me causa sorpresa que las tiendas "dutty free" también estén cerradas y los bares vacíos y sin camareros. Como si hubieran lanzado una de esas bombas de neutrones que desintegran los seres vivos pero mantienen intactas las construcciones y enseres. Entonces ¿Porqué no he sido yo también abducido como el resto de mortales? Debajo del traje gris medio arrugado, ultrajado por los continuos cambios de hotel, mi piel parece arder, parece revelarse contra el tejido. Será el ácido úrico - autoindulgencia severa - A pesar de estos leves desajustes en mi organismo me siento un hombre nuevo, libre de competencia, inmerso en un nuevo orden, en el orden dictaminado por la soledad, por el silencio que llega después de tanto desajuste.
En medio de tanta cábala por mi repentino estado suena el teléfono móvil, el maldito teléfono móvil. Demasiado bonito para ser cierto - atino a balbucear - Pulso la tecla verde con desgana. Al otro lado descubro una voz archiconocida. La voz áspera, insuflada de seguridad de mi jefe. Todas las alertas se encienden. Abro los ojos. Donde había noche hay ahora un sol abrasador y en los asientos donde un rato antes mis gemelos repiqueteaban con fruición en dura competencia por ser el más rápido, ahora hay arena. Un gran desierto de arena que se extiende hasta donde llega mi miope mirada. Y donde deslizaban sus panzas de acero los aviones de forma aburrida, me han colocado un mar embravecido por la tramontana. ¿Qué extraños magos son capaces de alterar de esta manera mi decorado? Mi habitat natural de vida, de supervivencia. Deben ser obras del diablo - barrunto estupefacto, ajeno al discurso de mi superior -
- Ángel Luís, espabila..... ¿Estás escuchando lo que te digo, Ángel Luís? Que las vacaciones se han acabado, que mañana te espero en El Prat para el viaje a Milán a encontrarnos con los estúpidos esos del grupo Tutto Filo. Parece ser que se ha metido por medio tu amiguito Roger y solo tenemos esta oportunidad de contraofertar. ¿Me oyes Ángel Luís?

Una ola recién escapada de la tormenta acaricia mis pies desnudos. Será la última vez hasta dentro de....

- Te oigo

No quiero volver a quedarme dormido. Mis sueños son muy desagradables.

sábado, 6 de junio de 2009

Manifiesto en contra de los que propagan los virus.



Queridos y sufridos amigos, perdonad mi intromisión y, quizás, el que este loro ofrezca un estado algo más iracundo de lo normal, pero es que no puedo más con tanta zafiedad inforvomitiva, ni con tanta manipulación. Os dejo este pequeño manifiesto que he redactado torpemente con mis uñas almidonadas y mi pico ya un poco agrietado. No es una cadena, se trata de un hartazgo general, porque cuando el susodicho huésped mute a virus aviar ¿Qué será de este pobre loro, pardiez? Snif, pequeño goteo lacrimal.... Un abrazo



Que yo soy un mortal que me cago en este virus sin nombre, en la prensa como cuarto poder apocalíptico, en los políticos barriobajeros y en todo el que la propaga más allá de donde llega de motu propio el inofensivo bichito ¿queda claro? Pues no quiero saber nada más de los mismos; de los aliados del vulgar resfriado, si acaso, me conformo con mirarle de reojo por si se transforma en Gozilla, que bastante tengo ya con el del elefante del Santander, con algunos que se llaman Paco y salen a patearse España con un par de huevos y un par de trajes nuevos, con otros que llevan las gafas tintadas y están esperando a pisar trullo y van cogidos de la mano con los que se supone tienen que gobernar algún día este multipaís tipo Port Aventura llamando Ejpaña, y más de lo mismo, con otros torpes que ya nos gobiehnan y, sin llegar a hacer la o con un canuto, me abofetean con sus inventadas e innecesarias leyes traídas del programa "quién sabe ande" cada vez que los observo subidos en una especie de atril. Que tampoco quiero saber de de muchos catetos empresarios "tipical españó" que si les hubieran ofrecido el arma del despido libre habrían dejado España hecha unas zorras, sorry, peor que todos los jinetes del apocalípsis juntos en alianza con virus y demás soplapolleces. Proclamo.







Un abrazo. Este es el panfleto de la cadena de la tontería de unos cuantos. Pásala que es gratis. Reza todo lo que sepas si sabes algo y, si no sabes rezar, tómate unas cañas fresquitas, que mañana ya saldrá alguien aplicando su particular teoría del orden, para amargarnos el finde. Ah no, sorry, que mañana es San Democratón, el muy...sorry, zorry. Perdón de antemano si he molestado a alguien.