
LA REINA DE "LA CUEVA" (POEMA)
Dedicado a esas mujeres
que aparecen invisibles;
a la musa esquiva que nos hizo sufrir
que nos hizo soñar sueños de insomnio.
¡Dedicada a ellas...!
Descansaba plácido en el cálido cancho
ahuyentando, entre las fragancias de los tomillos,
los demonios que me perseguían desde la ciudad grande.
El sol, en lo alto... Lleno de Dios.
La dehesa verde, muriendo en su horizonte..., primorosa
Y te vi caminar pausada, hermosa mujer
y tus ojos anochecidos
relucían igual que luceros dentro de la cruel sombra.
Y centelleaban, todavía, en tus pómulos,
semejantes a dos gotas de fría lluvia mansa,
dos lágrimas que cegaron mi alma.
Triste y transida andabas, bella mujer.
Que seguro no tenías, quien al oído,
enmedio de estos abandonados barbechos,
con la severa voz sincera
que se unta aún de las esencias
de romeros y jaras;
te susurrara cómplices secretos.
Que te faltaba la mano recia
revestida del trabajo honesto de sol a sol,
curtida al amparo de las dehesas y los chaparros,
que acariciara tus cabellos enaltecidos.
O quien, entre murmullos imaginarios,
como actores intangibles de besos y caricias,
regalara a tus labios una palabra,
una voz confundida con el alba: un TE QUIERO.
Triste y abandonada caminabas,
que yo te descubrí desde el cálido cancho,
cuando todavía se agitaban en mis entrañas,
en las paredes transparentes de esta fiesta en "la Cueva",
en los muros insobornables de este Lunes de Pascua,
los fragores innecesarios de la necia ciudad gigante.
Y aquellas dos lágrimas,
oscuras igual que jirones de bruma densa,hirieron para siempre mis pupilas.
Descansaba plácido en el cálido cancho
ahuyentando, entre las fragancias de los tomillos,
los demonios que me perseguían desde la ciudad grande.
El sol, en lo alto... Lleno de Dios.
La dehesa verde, muriendo en su horizonte..., primorosa
Y te vi caminar pausada, hermosa mujer
y tus ojos anochecidos
relucían igual que luceros dentro de la cruel sombra.
Y centelleaban, todavía, en tus pómulos,
semejantes a dos gotas de fría lluvia mansa,
dos lágrimas que cegaron mi alma.
Triste y transida andabas, bella mujer.
Que seguro no tenías, quien al oído,
enmedio de estos abandonados barbechos,
con la severa voz sincera
que se unta aún de las esencias
de romeros y jaras;
te susurrara cómplices secretos.
Que te faltaba la mano recia
revestida del trabajo honesto de sol a sol,
curtida al amparo de las dehesas y los chaparros,
que acariciara tus cabellos enaltecidos.
O quien, entre murmullos imaginarios,
como actores intangibles de besos y caricias,
regalara a tus labios una palabra,
una voz confundida con el alba: un TE QUIERO.
Triste y abandonada caminabas,
que yo te descubrí desde el cálido cancho,
cuando todavía se agitaban en mis entrañas,
en las paredes transparentes de esta fiesta en "la Cueva",
en los muros insobornables de este Lunes de Pascua,
los fragores innecesarios de la necia ciudad gigante.
Y aquellas dos lágrimas,
oscuras igual que jirones de bruma densa,hirieron para siempre mis pupilas.