domingo, 1 de febrero de 2009

CUANDO LLUEVE...




(Dedico este pequeño viaje, a todas las personas que sufren el maltrato físico y el sicológico, éste último, sin duda, el mayor de los enemigos con los que tenemos que enfrentarnos hoy en día.
Esta historia ocurrió un día de lluvia, un día de felicidad para el inmenso silencio de lo cotidiano. El que todo lo borra y omite. Ocurrió y seguirá ocurriendo mientras las personas sigamos mirando para otro lado o escondiéndonos, de la misma forma que hacía este loro, en el calor egoísta de cualquier mentira. Un abrazo para todos.)















Soy un loro. Un estúpido loro harto de migas y pipas subvencionadas por la UE. Soy un loro de vuelo torpe a causa del exceso de bagaje culinario en mis envejecidas entrañas. Los loros siempre comemos lo que comen los demás y repetimos lo que dicen los humanos, con una reiteración que roza la imbecilidad....


El otro día descansaba en el ramaje del centenario álamo de un colegio de la gran ciudad. Llovía a mares desde hacía varios días, como una suerte de anticipo del denostado diluvio universal. Los diluvios son necesarios porque limpian la atmósfera de virus, bacterias y contribuyen a la selección natural. Solo las absurdas especies más torpes, hurañas y oportunistas suelen sobrevivir a estos fenómenos. A la salida del colegio pude comprobar la enorme capacidad de amar y sonreír que tienen mis imitados humanos y, eso, a pesar de la larga lista de preocupaciones cotidianas que les acechan; ya sean letras de la hipoteca, gastos generales de la casa, del colegio, de la alimentación, del combustible sobreinflacionado de, a duras penas, llegar a final de mes, de las caprichosas y, muchas veces mortales, enfermedades que les acosan.... Y a pesar de todos estos lamentables lastres, abrazaban a sus hijos, les besaban, les llenaban de lisonjas, de preguntas y sonrisas sinceras como soles. Todavía podían amar venciendo cualquier duda o sombra que les rodeara. Eso siempre me llamó la atención en mis adorables amigos y vecinos.


Pero en aquel colegio había una niña que permanecía estática sobre el improvisado rellano de la entrada. Mirando nerviosa a todos lados, como buscando aquellos besos y arrumacos que, de momento, solo estaban destinados a sus compañeros de clase. Su físico era poco favorecido, cabellos embarullados, gafas de otra época para tapar sus estrábicos ojos, el rostro hinchado a causa, quizás, de los muchos llantos acumulados a lo largo de su corta vida. Pero a mi me parecía bella. La belleza agreste que aún se descubre cuando se mira desde muy cerca. Continuaba nerviosa envuelta en aquella triste y agotada expresión y yo la observaba a ella desde mi árbol con más melancolía todavía por la circunstancia de no poder ser divisado. Allí no venía nadie a recogerla y el resto de compañeros ya habían desaparecido de la mano de sus ilusionados padres endeudados. Al fin, cuando ya solo llegaban ecos lejanos de otros colegios, de los coches intentando despistar los infinitos charcos del asfalto, de las músicas de fragancias de las cocinas de las casas, que me hacían desmayar cuando intentaba escucharlas a través de mis diminutos orificios nasales; al fin, llegó la que parecía su madre con un bebé de la otra mano y la expresión estampada en su rostro de la que ya lo ha perdido todo sin siquiera haber jugado ningún número en la lotería de la vida. Mi amiga pareció emitir un guiño de satisfacción que, apenas, duró unos segundos, y bajó corriendo las escaleras del colegio para lanzarse al regazo de su mamá. Aun, a sabiendas, de que se iba a poner como una sopa. La mujer no la besó y dio la vuelta para volver sobre sus pasos, por donde había llegado envuelta en tanta preocupación, con la niña a su lado sin ofrecerle, siquiera, el calor o el frío de su mano de adulta, de su mano de sabiduría . Y la niña la acompañó ni muy cerca ni muy lejos, apocada, silenciosa, con la cabecita ligeramente gacha, hasta perderse en la lejanía de las cosas que rodean la existencia de las personas. Y yo, desde mi álamo prestado, la envié un guiño de pájaro cómplice cuando ella torció su cabeza para descubrir mi vulgar escondite de pajarraco de vuelta de todo, y acabó mostrándome con la honestidad e inocencia que se rellenan las auras de todos los niños, la blancura de lo que me pareció una postrera sonrisa. Los loros no lloramos, pero solemos manifestar nuestra templanza o nuestros problemas removiendo y ahuecando nuestro plumaje. Así lo hice. He decidido, desde ese lluvioso día, no volver a la gran ciudad. En esos días grises y húmedos lo que parece luz, progreso y espontánea felicidad, se transforma en sombras y desconfianzas. En esos días, parece como si el agua, a modo de tul de las sensaciones de los humanos, nos enseña la enorme distancia que existe entre la sonrisa sincera de un agobiado y el desprecio del muerto que vive. La distancia que existe entre el compromiso material del que todos son esclavos y el compromiso moral del que, tan solo, unos pocos se alimentan. Ahora descanso en mi encina de la dehesa de la boticaria y escucho otro tipo de compromisos, los que llevo cien años oyendo sin que hayan variado un ápice. Y siempre guardo en un rinconcito de mi extraviada memoria un recuerdo para aquel último cruce de complicidad, entre un viejo pájaro loco y la niña que luchará contra la muerte viva de su madre y de su padre maltratador cada segundo y cada día de su vida, para huir con toda su furia del prematuro ataúd instalado en su hogar... Y la observo como se pierde en la lejanía empapada en lluvia, desprotegida pero henchida de fuerza para vencer la siguiente batalla. Y los adulterados charcos de agua, mugre y aceite se me figuran un enorme océano. Y lloro. Pero los loros no lloramos, solo repetimos lo que dicen los demás.

36 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

Deja que llore contigo, no puedo hacer otra cosa este día de lluvia

SJV dijo...

Buenas noches querido Loro. la nitidez de tus palabras se ha ido deformando por el dolor de esa inocente criatura. Mis lágrimas rememoran la primera vez que leí tu relato y ante estas situaciones siempre pienso en mis hijos cuando eran pequeños. Con tu permiso te envio parte de un escrito mío titulado "Caminar descalzo", el fragmento que hago referencia a ellos, mis hijos.

. . . Caminar descalzo le recordó los primeros pasos de sus hijos, pies descalzos, tiernos y sabrosos al beso. Sonrisa inocente del ser que se mira en el reflejo de los padres, del que en los primeros años de vida imitará todo lo que vea que hacen. Le recordó cada noche de fiebre que pasaron, cada angustia, cada momento amargo y también de alegría. El colegio, sus primeros campamentos, sus primeros exámenes, sus amigos y tantos y tantos momentos de insomnio por tantos y tantos motivos . . .

Nada ni nadie debería interferir ni enturbiar la vida inocente de los niños.

Buenas noches amigo y feliz descanso.

un loro dijo...

Hola Luz de gas. La verdad es entre la lluvia y el estado de ánimo en el que me encuentro solo me salen historias tristonas. Pero me encanta compartir el llanto, y si es con un amigo mejor.
Un abrazo

un loro dijo...

Muchas gracias por tu texto querido Salva. ¡Precioso e ilustrativo! Hace tiempo que no te prodigas en la escritura y se te echa en falta, aunque sé que tu estado físico y, quizás, anímico tampoco es el óptimo.
Este relato de la niña tiene su punto de fidedigno. La niña, su madre y su hermanita existen. La protagonista está ahora más crecidita y se la observa más desenvuelta; pero siempre que la escudriño desde mi escondite de loro viejo, detecto en el brillo de sus ojos una melancolía, un tormento difícil de describir que solo ella gestiona.
Estoy recopilando aquello relatos que escribí durante un tiempo en aquél foro tan querido por todos nosotros con el fin de evitar que sean enterrados en vida, sin ni siquiera una pequeña oración de despedida. Los traigo aquí que es donde pertenecen, a tierras de libertad, de objetividad y donde no se mide a nadie por se hijo de, o nieto de, o cuñado de, o yerno de, o forastero de... En la vida y tú lo sabes, todo tiene su tiempo, su momento y su aquél.
Un abrazo, querido amigo y muchas gracias por tu visita, que espero se repita muchas veces.
¡Nos vemos en un plisplás! :) (Pongo esta cara. Es que aquí no hay muñequitos de esos tan graciosos)

Fauve, la petite sauvage dijo...

Sí, yo también le cambiaría el final (que para tristezas ya está la vida real) y me quedaría con esa sonrisa de la niña, y no echaría de menos los besos y arrumadcos porque a lo mejor es un poco arisca y no le gusta mucho el contacto físico (¡a mí me pasaba! y he sido tremendamente feliz) y su madre iba con esa cara por llegar tarde y los líos que le habrían pasado a la pobre y al llegar a casa estarían confortables y felices.
Y colorín, colorado...
sonrisa que te he criado.

Anónimo dijo...

Hola, loro, en estos tiempos en los que se acostumbran muchos, a hurgar en las heridas, pidiendo detalles escabrosos en busca (según ellos) de la veracidad de las cosas, tu consigues transmitir el desasosiego que experimenta el observador que sabe que a pesar de quererlo no puede evitar lo que de desagradable tienen algunas situaciones, diciendo sin decir, más allá, mucho más allá...

Compruebo en los comentarios que SJV pasa por momentos difíciles, aprovecho que visita con frecuencia esta "jaula" para saludarle y desear que sea cualquiera que sea la situación por la que atraviesa, mejore y pueda pronto recuperarse y recuperar su forma pausada pero inquebrantable de ver la vida.

Un Saludo, SJV, Loro y que todos los que visitan esta jaula tengan un buen dia. PEROLO

Anónimo dijo...

Querido Loro, que maravilla beber de esa fuente que usted engendra. ¡¡Que desprendimiento de sabores, colores y olores!!..Que vapor inunda alrededor del brocal de su noria; llenos de quietud, paz, sosiego y silencio. Su sensibilidad; así como sus conocimientos literarios. Nos transportan a un mundo, donde, es una gozada vivir y no estar, al alcance de malas hierbas y peores pastos.
Sea usted, todo lo feliz que pueda. Pero por favor: no deje de hacernos disfrutar a nosotros también, de ese don, que Dios, ha tenido a bien concederle.
Un cariñoso saludo. Aunque yo le daría: ¡¡Un fuerte abrazo!!

Candela.

Internautilus dijo...

Magnifico relato, amigo. Se percibe un buen escritor en ese texto. Estaré más pendiente de tí, no quiero perderme lo que escribas. Un cordial saludo.

un loro dijo...

Hola Fauve. A mi también me encantaría no solo cambiar el final sino todo el relato, como si aquella visión no hubiera acontecido nunca. Como bien apunta mi buen amigo SJV, ninguna circunstancia debería influír en la felicidad de un niño. NInguna.
Te prometo, querida amiga, que mi próxima entrada será más alegre y más dicharachera, más de la cuerda de los loros bailarines de chachachá y tango.
Besitos y gracias por tu visita.

un loro dijo...

Hola Perolo, muchas gracias por tu visita. Te la devuelvo en cuanto salga del secuestro al que me encuentro sometido desde hace cosa de un mes. Cuando tengo algo de tiempo siempre aparece alguna circunstancia que desvía mi, ya de por sí, desconcentrada atención. Tiempo, tiempo, tiempo, el maldito tiempo. No lo deberían haber inventado.
Un abrazo

un loro dijo...

Un abrazo querida Candela. Esta es tu casa. Aquí todos entramos y salimos cuando queremos. Nos tomamos algo, charlamos y seguimos el camino. Siempre "palante", sin mirar hacia atrás. O solo mirando para esperar al amigo rezagado.
Gracias por tu visita.

un loro dijo...

Muchas gracias por tu visita y por tus palabras Internautilus. Siempre es grato escribir sin ninguna atadura que comprometa el resultado final de lo escrito. Y todavía resulta más grato que te lean y aprecien lo que fabricas con tantam, digamos... "transpiración".Tu sugerente seudónimo dice mucho de tí. Te visito ipso facto.
Un abrazo

maracuyá dijo...

Loro
Mi ciudad me ha recibido esta mañana con lluvia y el hueco de tu plumaje ha hecho llover sobre mi rostro. Es que loro, he visto la escena contigo, la he visto y la veo a diario en mis niñitos y niñitas...y me comprometo y denuncio y no sé si las soluciones que encuentro después de golpes fuertes en muchas puertas y humillaciones son adecuadas, y eso me deja un sabor amargo...a veces me consuelo pensando que era ésa o la muerte. Tú niña es mi niña del último caso, C. con su cabello desgreñado, sus ojos tristes, su pequeño cuerpo mutilado a golpes y su último abrazo de resignación. Ahora está en un hogar, la llamo, aún no puedo verla. Sigue triste. Tú niña es R., es F. es todo el abecedario, que se repite hasta el infinito en sus hermanos y mamás...¿y su futuro?...ay lorito....un abrazo

Fauve, la petite sauvage dijo...

Manuel Ángel, mi colega lorito, no hay nada que cambiar en un cuento; lo que hay que cambiar es la realidad. Y ésta tiene cosas tristes y cosas alegres; no siempre se puede estar con un sólo estado de ánimo o sólo mirar con ese color del cristal y no ver lo otro.
Piquitos.

lisebe dijo...

Ay mi loro querido!!

Hay momentos en los que por desgracia afluyen sentimientos como los que describes, la tristeza es parte de la vida, y en ésta hay momentos de todo.

Así que el cuento apesar de ser triste me ha encantado, y la vida no son "sempre flors i violas" y tu ya me entiendes a que sí..

Muchos besitos mi lorito , mi amigo.

Silvia_D dijo...

Eduquemos y acabemos con el machismo y la violencia de una vez por todas.

Tal vez te gustaría pasar por el blog colectivo "Prohibido callar", está en mi perfil.

Besos, niño y buen fin de semana

un loro dijo...

Hola Mara y Cuyá. Gracias por acercarte a esta casita. Estos días sentí envidia insana, qué narices, que la envidia no puede ser sana nunca; por tu visita al gran panteón poético de Neruda. Supongo que aquello se habrá convertido en centro neurálgico de todas las musas. Por eso en estos lares quedan tan pocas :)))
La verdad es que no hay cosa que más me destroce y me trasponga que descubrir el llanto de un niño golpeado por el infortunio. besitos, querida amiga.

un loro dijo...

Hola Fauve, es cierto que dan ganas de coger una imaginaria brocha, untarla con todos los colores del arco iris y pintar la realidad que nos acecha sin compasión. "Pintor que pintas con amor..." Pintar con rabia a brochazo limpio, pringar los rostros de todos esos desalmados que pululan por doquier.
Besitos.

un loro dijo...

Hola Lisebe, muchas gracias por tu visita a esta casita de papel celofán. Hay que señalar con el dedo a estas personas y rodearlas en silencio. Rodearlas en un cerco cada vez más estrecho para que sientan nuestros alientos y el de nuestros hijos.
A pesar de todo, seguimos caminando. Hoy ha salido el sol después de muchos días. EStoy contento.
Besitos.

un loro dijo...

Hola Dianna. Estoy totalmente de acuerdo contigo y es cierto que algo se está moviendo en nuestra sociedad contra este tipo de actuaciones. Corresponde a la sociedad pero también a los jueces luchar contra estas y otras aberraciones que atentan, mayormente, contra la inocencia y la pureza de pensamiento de los niños.
Muchas gracias por tu visita.
Besitos de loro trasquilado.

Anónimo dijo...

Muy buenas Manu.Maravilloso relato escrito con sensibilidad y sin perder ningún detalle.
Me quedo con una frase tuya que dice, alo así como: "el desprecio del muerto viviente" o parecido.
¿Cuántos viven asi? muertos en vida? que tristeza lo del maltrato y cuando son los niños más.
Me pasa como a SJV, las lágrimas me salen solas porque siempre pienso en mis hijos, y en como pueden hacer daño a los niños.

El maltrato psicológico, por desgracia, está a la orden del día, tanto en niños como en mayores.

Gracias amigo, por dejarnos leer este maravilloso relato.Por cierto soy Montaña,
Intentaré entrar más a menudo, últimamente no he podido.Un fuerte abrazo .
SJV, el trocito de relato muy bueno, me ha gustado.

lisebe dijo...

Hoooooooooooooooola mi querido lorito:

Solo paso a decirte eso hola, y a agradecerte que estuvieras en el programa de radio, sabes a veces la distancia no lo es cuando nos unen no solo letras sino personas..

Eres importante que lo sepas!

Besitos mi querido amigo, y bona nit fins demà.

un loro dijo...

Hola MOntaña, muchas gracias por tu visita. Se trata de una escena cotidiana que nos puede ocurrir a cualquiera.
Muchos recuerdos para los niños y Manolo. Os echaremos mucho de menos esta Semana Santa. Aunque vuestro aliento estará allí con nosotros, junto a aquellos mágicos canchos.
Un abrazo, querida amiga.

un loro dijo...

¡Hola Lisebe! Te escuché también en el divertidísimo programa de Juan. No estuve mucho rato porque cuando caí en la cuenta que ya estaba todo en marcha me estaban "atizando" mis loritas por otro lado para la comida. Y eso que los loros solo comemos pipas, muchas veces adulteradas; porque con la mengua de las subveciones de los fondos de cohesión, ya ni eso podemos llevarnos al pico.
Por la voz te noté alegre de lo cual, valga la redundancia, me alegro yo mucho. A ver si en el próximo programa escondo en el baúl de los recuerdos mi timidez y me atrevo a efectuar una llamada para soltar algunos gorjeos de pajarraco trasquilado, jajajajajajajaja.
Molts petonets

un loro dijo...

Ah, se me olvidaba deciros que para ser más coherente con mi plumaje, he decidido que el loro se llame tal cual. Es que, dándole y dándole vueltas, no sé yo si existirá algún loro por ahí que tenga un nombre tan mundano, tan de la tierra que pisamos. Espero que no os moleste el cambio.
Un saludo para tod@s

maracuyá dijo...

Sí loro....todas las musas ahí, pero cuando he visto sus mascarones de encina y el retrato de Lorca, supe de inmediato que compartes musas de Isla Negra. Entonces, recordando la belleza de tus textos...ohhhh sentí envidia insana.

Besitos

maracuyá dijo...

ahhh....qué despistada, ahora veo lo del cambio.
Me encantó que lo decidieras loro.

Besos a un loro.

un loro dijo...

Gracias Mara y Cuyà. Ahora que todo el mundo, hasta los jueces, los intocables del sistema, se declara el huelga. ¿Qué será de todos nosotros si algún día les imitan nuestras tímidas musas?
Un abrazo

gamar dijo...

Que suerte tiene usted de ser loro. No creo que su especie maltrate a sus crias.
Eso solo lo hacemos los humanos y los que se hacinan en las ciudades se enferman cada vez más de esta epidemia.
Tengo que contarle que los que trabajamos con niños tenemos miles de alegrías que a veces se nublan por situaciones como estas y hasta mas retorcidas.
Ojalá más loros puedan sobrevolarnos haciendo ver los errores que cometemos los hombres. Seguramente desde arriba se ve mejor.
Saludos desde muy lejos

Anónimo dijo...

La primera vez que leí esta historia de manos de el Ala multicolor de "EL LORO", percibí lo que se vive casi a diario, esos pequeños rezagados , que se quedan algo tristes cuando alguien no acude a la hora puntual a la escuela a recogerlos.
Son esas escenas de la vída que se quedan en la mente, y que cada día las vuelves a vivir irremediablemente.
Nada se ve igual, cuando lo vemos a través de los ojos de "UN LORO", podemos ver imágenes, escenas a través de ellos, y eso es lo grande de él.
Un abrazo Loro, los duendes siempre andamos cerca muy cerca de tus ojos.

un loro dijo...

Hola Gamar, muchas gracias por tu visita. El hecho de la obviedad no debe lograr que miremos una y otra vez hacia otro lado. Deberíamos mirar hacia el mismo lado, hacia el lado del que hace daño...
Un saludo

un loro dijo...

Querido duende. Hoy es tu cumpleaños y desde esta pequeña casita vestida de papel celofán, desde la soledad del que escribe poesías que jamás se leerán, te envío un enorme tirón de orejas. Espero que esa tropa de duendes y pajarracos de todas las índoles paséis un día inolvidable. Yo, desde aquí, tampoco os olvido y lo celebro a mi manera.
Un besazo muy grande.

Anónimo dijo...

De aquel rincón bañado por los fulgores

del sol que nuestro cielo triunfante llena;

de la florida tierra donde entre flores

se deslizó mi infancia dulce y serena;

envuelto en los recuerdos de mi pasado,

borroso cual lo lejos del horizonte,

guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,

del sembrador más raro que hubo en el monte.

Aún no se si era sabio, loco o prudente

aquel hombre que humilde traje vestía;

sólo sé que al mirarle toda la gente

con profundo respeto se descubría.

Y es que acaso su gesto severo y noble

a todos asombraba por lo arrogante:

¡hasta los leñadores mirando al roble

sienten las majestades de lo gigante!

Una tarde de otoño subí a la sierra

y al sembrador, sembrando, miré risueño;

¡desde que existen hombres sobre la tierra

nunca se ha trabajado con tanto empeño!

Quise saber, curioso, lo que el demente

sembraba en la montaña sola y bravía;

el infeliz oyóme benignamente

y me dijo con honda melancolía:

—Siembro robles y pinos y sicomoros;

quiero llenar de frondas esta ladera,

quiero que otros disfruten de los tesoros

que darán estas plantas cuando yo muera.

—¿Por qué tantos afanes en la jornada

sin buscar recompensa?— dije. Y el loco

murmuró, con las manos sobre la azada:

—«Acaso tú imagines que me equivoco;

acaso, por ser niño, te asombre mucho

el soberano impulso que mi alma enciende;

por los que no trabajan, trabajo y lucho;

si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!

»Hoy es el egoísmo torpe maestro

a quien rendimos culto de varios modos:

si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.

¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!

En la propia miseria los ojos fijos,

buscamos las riquezas que nos convienen

y todo lo arrostramos por nuestros hijos.

¿Es que los demás padres hijos no tienen?...

Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre

y, en las guerras brutales con sed de robo,

hay siempre un fratricida dentro del hombre,

y el hombre para el hombre siempre es un lobo.

»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,

yo me afano y me impongo ruda tarea

y sé que vale mucho mi pobre ejemplo

aunque pobre y humilde parezca y sea.

¡Hay que luchar por todos los que no luchan!

¡Hay que pedir por todos los que no imploran!

¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!

¡Hay que llorar por todos los que no lloran!

Hay que ser cual abejas que en la colmena

fabrican para todos dulces panales.

Hay que ser como el agua que va serena

brindando al mundo entero frescos raudales.

Hay que imitar al viento, que siembra flores

lo mismo en la montaña que en la llanura,

y hay que vivir la vida sembrando amores,

con la vista y el alma siempre en la altura».

Dijo el loco, y con noble melancolía

por las breñas del monte siguió trepando,

y al perderse en las sombras, aún repetía:

—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando.

Querido loro, te dejo este lienzo, por si fuese de tu agrado.

CANDELA.

un loro dijo...

—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando.

Me quedo con esta estrofa. Ya se siembra poco y los barbechos están siendo devorados por las madejas de retama y la fusca. Ya se siembra poco...
Un abrazo querida amiga y muchas gracias por tu visita

Andrea Breq dijo...

hay muchas niñas como esa niña, y un abanico de finales al que no podemos volver la cara.
Ese guiño tuyo,no dudes que ha marcado una diferencia, y cada guiño que podamos hacer desde la más humilde posición que ocupemos será bienvenido y hará historia, al menos una diferente. O al menos, ese es mi final feliz del cuento.
Otro abrazo,
A.

Anónimo dijo...

Hola primo, me encanta tu blog y tu manera de escribir, quisiera hacerte mil confidencias sentado a la sombra del chopo donde una vez escondimos unas monedas y viendo el pueblo desde ese alto cerro mas bonito, me perdonaras por no responderte antes, pero si encima que soy un autentico desastre sumas por lo que estoy pasado......se que lo comprendes.
Se que sabes que os quiero, que te quiero primo, no lo olvides nunca.

Manuel M.