sábado, 22 de noviembre de 2008

VIAJE A LAS CORAJAS (EPÍLOGO)

Hago un alto en los cantos desgastados de la presa. Cojo aire, lo necesito. Delante de mis ojos se expande un enorme bosque de matojos, de zarzales desbocados, de árboles, de juncos, de retamas, de..., Me creo una especie de príncipe feliz en busca de la bella durmiente que duerme sus últimos sueños en mi pueblo añorado. Pero antes, con mi pico en forma de espada tengo que vencer esta enorme maraña de malencarados vegetales que ciegan cualquier atisbo de camino. Es como si en este lugar las sombras, buenas y malas, hubieran dejando una huella de miles de años. Como si nadie hubiera pasado por aquí en ese tiempo y todo estuviera encantado. ¡Qué suerte tenemos los loros de volar! Me siento enorme al haber vencido esta desidia humana. Contento y enorme, algo atípico en los loros barrigones y arcaicos como yo. - Qué suerte tienes loro .- Escucho una voz de entre los nenúfares que cubren lo que queda de río. De un rescoldo de agua. Es una voz ignota pero sabia. Dulce pero precisa. Me parece divisar, entre esa amalgama de algas, dos ojillos saltones y risueños. - ¿Cuánto tiempo llevabas aquí, rana? - Mucho, demasiado. Desde el tiempo de las injusticias. Desde el principio del fin de lo que amo. - ¿Eres un filósofo o algo parecido? .- La rana soltó una gran carcajada que rebotó entre los poleos escusados. Y dijo: - El filósofo vive, piensa, razona y, luego, se acuesta y a otra cosa mariposa. Tiene su barriga llena y enseña a los demás sus teorías. Yo soy una rana saltarina, viajera y luchadora. Duermo, pero mis ojos saltones y mi lengua bífida siempre están alerta contra las moscas, moscones y demás repugnantes insectos.- En ese momento, saltó sobre una hoja que flotaba sobre el charco. - Bueno, rana, y dime..., ¿Qué príncipe liberará a la princesa que voy a ver dentro de un rato? - El que la ame de verdad. ¡Croac, croac! .- Y no me dio tiempo a la réplica. Cuando hube madurado su respuesta ya había desaparecido entre las turbias aguas después de un sonoro chapoteo. Más abajo, casi a la altura del charco de tío Gambero, me encontré a un caballero con brillante armadura y lanza en ristre sobre un blanco corcel.





El caballo se rebullía nervioso mientras el caballero escudriñaba algo en el fondo de la charca: - ¿Quién eres gran caballero? - Soy un campeón, ¿no lo ves loro? ¿Es que nunca has visto uno? Bueno, en mi caso un campeón veterano, harto de combates, de las cada vez más sufridas victorias y, claro, sonadas derrotas. Ya no soy el que fui... - ¿Y qué buscas en esa ciénaga? - Busco lo que otros antes que yo buscaron, las pasaeras de diamantes del imperio de este pueblo y los blasones que le dieron forma y fama. Dicen los expertos que descansan, mudas y desgastadas por el paso de los siglos a más de 9 leguas de profundidad. - Perdona mi desconocimiento..., pero, ¿Cómo pudieron llegar hasta allí? - Ah, profano. Fue en una noche de tormenta, de la aciaga furia de los vientos del olvido y el egoísmo la que provocaron el naufragio de estos emblemas. Nada se pudo hacer por ellas y ahí descansan para siempre... - Qué lastima caballero esto que cuentas. Me dan ganas de quedarme aquí sentado y llorar hasta el fin de los tiempos. - ¡No lo hagas loro! Sigue tu camino. Otros ya lo intentaron y fueron ahogados en la crecida de sus propias lágrimas. ¡Márchate loro, se está haciendo de noche y este lugar está acechado por fantasmas, espíritus en pena y sirenas de rostro de toro! ¡Márchate! .- Al decir esto el caballo relinchó y, dominado por su jinete campeón, comenzó a cabalgar en dirección al puente dejando tras de sí una enorme estela de polvo y hojarasca. La noche llegó, como lo hacen los ladrones, robándote lo que más aprecias y menos valor material tiene. De puntillas, sigilosa. No había luna y las sombras de los olivares parecían echarse encima de mi mullido cuerpecillo. Se levantó un imprevisto torbelino e aire que arrastró todo lo que pudo a su paso y que, apunto, estuvo también de engullirme a mi. Gruesos goterones de lluvia empezaron a chocar contra mi rostro y acabaron por empaparme completamente. Decidí cobijarme en una higuera, cerca del charco de tío Madaleno, hasta que pasara el huracán. A mi lado escuchaba, también, la respiración agitada de un humano aterido de frío. Al acercarme descubrí que eran unos siameses unidos por el corazón. Un hombre y una mujer que tiritaban sin parar. La mujer me dijo: - Hola loro te esperábamos hace años. - Hace siglos diría yo .- aseveró el hombre. - ¡Os conozco! Vosotros sois, vosotros..... - Sí loro, somos JMJI. Hemos pasado frío, el calor de la canícula, vientos y naufragios en ese río tranquilo que ahora divisas a tus patas. Te esperábamos para darte esto.- La mujer extrajo un cofrecillo forrado en cuero de una suerte de faltriquera y me lo ofreció. , .- Cógelo, loro, no tengas miedo. Esta cajita que nosotros heredamos de nuestros abuelos contiene lo que necesitarás cuando entres en el pueblo. - ¿Lo que necesitaré, dices? - Si. Cuando entres en el pueblo, te darás cuenta que ya no es el mismo que conociste ayer y que hay un gran cancerbero a su entrada que te lanzará miles de improperios y querrá ahuyentarte. Entonces, abre el cofre, agarra el papel que hay dentro y lee lo que hay escrito en el mismo.- La mujer miró a su pareja y sonrieron al unísono.



Y sus miradas eran limpias y sinceras. - ¿Quién es ese cancerbero? ¿Cómo sabéis vosotros esas cosas? - Nosotros estamos aquí, unidos por el amor que nos prometimos un día, hasta el fin de los días y desde el comienzo de las cosas... Muchos como tú han pasado antes y han sido advertidos. Unos creyeron y otros no; en eso consiste la libertad..- Habían hablado los dos a la vez y su voz se había engrandecido, como reverberada por el vendaval.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido y despenachado Loro, que suerte tienes de apercibir todas estas cosas, en tus largos vuelos. Y que privilegio el tuyo de poder hablar con estos seres de otros tiempos. Sigue parlamentando con ellos, y te enterarás de montones de secretos, que tan celosamente han guardado durante (milenios) Para que nos los puedas trasladar y de esta forma seguirás, dando brios a nuestro ser y fuerzas a nuestra alma.

Muchas gracias y buena suerte.

un loro dijo...

Hola Buho. Muy agradecido quedo con su comentario sobre mi improvisado viaje por esta magnífica zona que usted conoce sobradamente y, donde el acerado silencio que emana del interior de las moles de granito, puede propiciar realidades bien diferentes a las imaginadas...
Un abrazo querido Buho.