lunes, 17 de noviembre de 2008

VIAJE A LAS CORAJAS (II) ENGAÑOSA PAZ






Salí de la fuente “la lobera” loco de la libertad que añoró Segismundo en su sinvivir , al desembarazarme de las cadenas a las que me había sometido mi creador – No le guardo rencor, por cierto. Bastante tiene con lo que tiene -. El vuelo fue escaso y me tumbé al estilo romano en uno de los dos mil quinientos canchos de las corajas. Me senté a ver que lo que pasaba por mis pupilas demasiado dilatadas para la luz que las invadía en esos momentos. En “Las corajas” siempre pasa algo. Del derrotista deambular de las ovejas milenarias, de los verdes pastos encendidos como luciérnagas siempre asciende hacia el cancho el suspiro incandescente de alguna enamorada que nos espera entre el amasijo de cinojos y juncos del río escondido. Respiro . Traigo a mi ese aroma húmedo, inconfundible, capaz de reventar los pulmones del despistado profano. Ese cendal azucarado capaz de empalagar todos los sentidos del que huye del amor como un desesperado.... En “Las corajas siempre pasa algo”. Y lo que se adivina delante de nuestros rostros nunca se corresponde con la realidad de nuestros pensamientos. El tolón-tolón de las bestias puede escucharse como alguna sinfonía del músico loco que se quitó la vida en el remanso cristalino de cualquier charca sin saber todavía porqué. Y la encina que hiere lo que araña a su paso y hasta forma cuevas y entresijos ignotos parece tener brazos en vez de ramas y tapados nidos, tal que pisos de 10 m2 a precio ganga. Cuando observo esa encina, es como si miles de púas de vapor de agua apuñalaran mi cuerpecillo medio desplumado y acabaran de desvencijarme para siempre. Nada en “Las corajas” es como la habíamos pensado. Allí, entre sus canchos extravagantes, entre sus grutas naturales, entre sus guaridas repletas de sueños incumplidos se aparecen, a menudo, los duendes, los reyes del bosque, sin cejar en su empeño de avisarnos de lo que se avecina en el mundo de los humanos. Se aparecen los espíritus de aquellos que imaginaron una tierra extremeña enorme, rica y dinámica; y no un enorme vergel agonizando al compás de cuatro políticos corruptos y déspotas que nunca han amado la tierra que les ofreció la primera teta....






Me acurruqué en los entresijos del chaparral a acabar de ver las cosas quietas; a notar como el aura de la tarde meneaba mi escaso plumaje y revoloteaba entre mis ojillos esféricos de loro viejo. Me tumbé en posición fetal – extraña postura para un ave parlanchina – para observar cómo la madre Naturaleza a través de las indeterminadas dagas de la primavera derrumbaba todo lo establecido y ahorrado por los días de oscuridad y frío. Para comprobar cómo la Naturaleza utiliza a sus enjambres de dioses para ofrecer vida y destruirla.... - Qué a gusto se está aquí..., no quisiera nunca marcharme. - No te marches. ¿Porqué ibas a hacerlo? ¿Porqué abandonar lo que amas y llevas en tu interior pegado como una gota de nieve....? - SJV no dejó de sonreír mientras mascaba una especie de trocito de junco que hacía las veces de palillo.
También miraba como yo, sentado en el frío cancho, la enorme estampa de vida que desfilaba delante de nuestros ojos a modo de película. - La nieve se derrite.... - Muere para que nazca la vida en las entrañas de la tierra. No te vayas...- Cuando me giré para responderle, solo quedaba silencio en aquella silla mágica; solo quedaba un extraño perfume humano, un trocito de junco y el eco de una gran carcajada revolviéndose entre los arbustos de los cerrillos. Finalmente, muy a mi pesar, decidí salir de aquella maraña de hojas punzantes y helados rollos. Desentumí las alas y volé directo a mi querido pueblo. Una abubilla se reveló contra mi torpe vuelo porque creía que su nido, que su prole estaba en peligro: - Tampoco es para tanto - También es verdad loro. El cuco hacía sus estragos entre los nidos prestados de inocentes urracas, muy al estilo de muchos humanos capaces de deslegitimar familias enteras con sus incansables siembras.... El cuco cantaba antes de tiempo. - Señor loro, hoy tenemos revoltillo de espárragos de “La tiesa” con gambas de San Lucar, cocochas de bacalao y huevos de tía Belina. De Segundo, puede probar sin reparos una deliciosa caldereta de cabrito de ·La Charnecosa” con patatas a lo pobre y ensalada de cardillo, pimiento rojo asado y requesón de mi rebaño al sabor de cinojo; o, querido huésped, un delicioso cochinillo al estilo cochifrito con ajo y pimiento como mandan los cánones. Todo esto, claro está, regado con buenos caldos tintos de la vega de Alcollarín. Pase, pase, no sea tímido..., ahí tiene mi pitarra de este año..- El Ventero hizo una pausa. Alcanzó un cacillo y tomó una muestra del vino que cató al modo de un experto sumiller, entornando los ojos y chasqueando su boca entre toma y toma..- Huummm, delicioso. Maravilloso. Este año, mejor si cabe que el pasado. Ha llovido en su justa medida, ni mucho ni poco, más bien poco. Invierno de hielo y verano con un buen solano repartiendo estopa a diestro y siniestro. Perfecto. - Muy agradecido quedo Sr. Ventero. Me he quedado mudo por otros cientos de años. - No me diga eso, por favor. En esta casa. En la casa del Ventero del Collado los invitados son reyes. Más que reyes diría yo, verdad IDF? – IDF Daba cuenta del cuchifrito y, apenas tuvo tiempo, siquiera, de asentir con la cabeza, tan enfrascado como estaba. - Querido Loro. Amigo mío de andanzas, de alegría y pesares. ¿Dónde narices vas con tanta prisa y ese aire desgalamío que llevas? Quédate con nosotros un rato. Te estábamos esperando. Quédate alrededor de esta lumbre que hemos preparado..- Dijo IDF soltando una deliciosa presa del manjar. - Quédate con nosotros hermano loro. En esta mesa camilla que ha preparado amablemente el Ventero, cabemos más. Y caben muchas más conversaciones. Te esperábamos loro. Mis duendecillos, mi esposo humano, que por cierto quería invitarte a jugar al ajedrez, y yo mismo. Se está a gusto en este lugar que ha preparado nuestro amigo.....- Comentó puwill sin dejar de remover las ascuas moribundas del brasero. - Se está bien aquí amigos míos. Y, verdaderamente, los manjares que anuncia el Ventero son estos. Son vuestras conversaciones y vuestra amistad. Lo que yo jamás había sospechado en mis numerosos vuelos por esta zona, es que de entre las ruinas casi destruidas (como si hubieran caído todas las bombas del tiempo juntas sobre ella) de la casa de “Los Joseones” se hubiera habilitado una posada tan pintoresco, tan hermoso.
Construido con piedra de cantería, chimenea y tejado de pizarra negra y un dintel de granito donde en letras góticas se podía leer: + 1522 Ave Maria Puríssima. En aquella venta improvisada en mitad del abertal; con sus anejos, su servicio, su huerto y su ganado propio; había un auténtico ir y venir de gentes irreconocibles por sus atuendos de siglos pasados. Iban y venían. Se saludaban a grito pelado; se sonreían y se contaban sus cosas. Pero sobretodo, sobretodos, destacaba aquel ventero afanoso, honesto y profesional que atendía al personal como nunca antes había visto en mis múltiples viajes a la gran Ciudad. Cuando acabé de comer me dijo: - No te vayas, loro. Estás cansado. Tienes una habitación doble preparada con yacusi y todo si quieres. Reflexiona... - Gracias Sr. Ventero. Tengo que seguir mi camino.... Y con el estómago cada vez más lleno y el cerebro medio aborregado por el vino denso de la pitarra de mi amigo, seguí volando. Y desde la altura estratosférica (bueno, menos lobos, desde unos tres metros) descubrí una extravagante romería que cubría todo el camino lindante con la presa; con el antiguo lugar donde tanto se bañaron los lugareños en otra época, más luminosa que esta. Bueno, tal vez igual de luminosa que esta. Seguramente, menos luminosa que esta.... La mayoría estaba desperdigada por el tupido herbazal, cantando canciones olvidabas, jugando a la cuatrola, a la pelota, con sus niños, con sus cientos de niños de todas las edades. ¡Cuantas risotadas! ¡Cuántas voces! ¡Cuánta música! Llegaba a mis amodorrados oídos. Tanto, que llegué finalmente a despertarme, a amanecer en un nuevo mundo, en un nuevo pueblo hecho con el tesón de muchos amigos y sus creencias y múltiples folclores.... - Loro, espabila! - Estoy cansado querido mochuelo.... - Los loros no se cansan. Solo repiten lo que dicen los humanos. Mira ahí abajo, mira qué fiesta. ¿Nos acercamos? .- El mochuelo parecía entusiasmado con la idea. Su plumaje era terso y brillante y las pupilas de sus ojos se contraían y dilataban sin parar a causa de la emoción que le producían aquellas imágenes. Era un mochuelo joven; pero su alma y su bondad eran las de un niño, las de alguien recién nacido en este mundo de horrores. - ¿Vamos loro? Desde la presa, muchos nos hacían gestos para descender y compartir la juerga con ellos. Estaban radiantes. Sus vestidos eran escasos y vaporosos, a pesar del frío escapado de un invierno ya finalizado. Eran felices y sus miradas no eran de este mundo.... Mi gran amigo mochuelo bajó con ellos y estuvieron bailando hasta altas horas de la madrugada hasta quedar derrengados y arropados entre los juncos del río. Me miró y me sonrió con las blancas sonrisas de los hombres sabios y buenos; y yo me marché y seguí volando mi vuelo finito y predeterminado y maldije otra vez mi suerte....

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Hay quien dé más?...esto lo decían los charlatanes en tiempos ancestrales..¡¡¡Que por cinco duros te doy una manta, un costal, una jalda y te doy, te doy y te doy!!. Pero vamos a ver Loro (escuchimizao) Tú lo que eres es, un metemé-en todo. A ti te va la marcha más que a un tonto un lápiz.¿Como eres capaz de visionar tantas bellezas en tan poco tiempo? Que disfrute, entremezclar todas esas peripecias y todas esas vivencias por ti vividas. Como haces florecer el entusiasmo y embriagarnos, con esos derroches que nos describes de la madre naturaleza. Debo de confesar, que para mi, es, una medicina balsámica, este aire fresco que con tu plumaje nos haces llegar.

Haz lo que quieras, pero como materia primordial en tus ratos de ocio. ¡¡NO DEJES DE ALIMENTARNOS EL ALMA!!

Una caricia en el pico.

Anónimo dijo...

Un sujeto está en una entrevista de trabajo.

El psicólogo le dice :

- Le voy a realizar un test final para su admisión.
- Perfecto, dice el candidato.

Entonces el psicólogo le pregunta:

- Usted está en una calle oscura y ve a lo lejos dos faros viniendo en su dirección, ¿Usted qué piensa que es?
- Un auto, dice el candidato.
- Un auto es muy poco, ¿Qué tipo de auto? ¿Un BMW, un Audi, un Volkswagen?
- ¿Y cómo lo voy a saber ?

- Hummm…, dice el psicólogo, que continúa: le voy a hacer otra pregunta:

- Usted está en la misma calle oscura y ve sólo un farol viniendo en su dirección, ¿qué es ?
- Una moto, dice el candidato.
- Si,pero ¿qué tipo de moto? ¿Una Yamaha, una Honda, una Suzuki ?
- Pero si es una calle oscura cómo lo voy a saber ? (ya medio nervioso)

- Hummm…, dice el psicólogo. Aquí va la última pregunta:

- En la misma calle oscura usted ve de nuevo un solo farol pero más pequeño y percibe que viene más lento, ¿qué es?
- Una bicicleta.
- Si, pero ¿qué tipo de bicicleta?, ¿una Orbea, una BH?
- No sé !!.
- Lo siento pero no ha pasado el test. - Dice el psicólogo.

Entonces el candidato, medio triste con el resultado, dice al psicólogo:

- Aunque no he pasado el test me pareció muy interesante.

¿Puedo hacerle una pregunta, en la misma linea de razonamiento?

Y el psicólogo satisfecho responde, ¡claro que puede!

- Usted señor, está a la tarde casi noche en una calle mal iluminada. Ahí ve una mujer muy maquillada, con un vestido rojo muy corto, girando su cartera, ¿qué es?
- Ah! - dice el psicólogo - es una puta.
- Si, pero ¿qué puta? ¿Su hermana? ¿Su hija? ¿Su mujer? ¿O la puta que lo parió?

Anónimo dijo...

Buenas tardes noches querido amigo Manu.

Soy Montaña, que no sé porque no sale mi nombre.Me encanta este relato, es una maravilla, que belleza describes y como me gusta sentarme en esa mesa camilla, con muchas conversaciones, y esos sueños plasmados en letras.

Gracias amigo es un gusto leerte sigue....

Un abrazo con alas.

un loro dijo...

Hola Buho Real, Pizarro y Montaña. La mesa camilla está servida. Ahora hay un brasero que nos hace más llevadera la estancia de los abertales extremeños.
Es tiempo de Santa. Es tiempo de silencio con vino y pajaritos. Es día de aplacar los cien mil desatados látigos de los necios. Que no son pocos... ni muchos.
Agur, amigos. En breve seguimos con este viaje. En cuanto pase la cri-cri-cri-cri-crisis pongo un autobús con vistas al neverland. ¡Cómo cantan los grillos recostados en los rollos del río atracado a mitad de camino a pesar del invierno que se avecina!